miércoles, 1 de mayo de 2013

Cuento real

Había una vez una niña llamada Lucía, la cual iba todos los días al zoo porque sus padres trabajaban allí. Su padre era el encargado de dar de comer a los leones y su madre entrenaba a los delfines. Lucía ayudaba a sus padres en lo que podía y aprendía mucho de los animales. A ella le encantaba un delfín que estaba enfermo y no comía muy a menudo. Siempre le daba ánimos e intentaba que comiera pero era inútil. Todos los días deseaba que el delfín se pusiera bien y volviera a participar en los espectáculos que se realizaban para los visitantes. Su madre le decía que debía darle mucho cariño para que así se animara y se curase. Cada día, Lucía se ponía su traje para meterse en el agua e intentaba que el delfín comiese y también los abrazaba. Unos días después, el delfín empeoró y los veterinarios dijeron que era posible que muriese. Cuando se enteró, Lucía se puso muy triste y empezó a llorar. Corrió a ver al delfín llorando y cuando menos se lo esperaba, el delfín comenzó a saltar sobre el agua muy contento. Lucía se sorprendió mucho y se alegró de que su amigo estuviese mejor. Días después, Lucía y el delfín actuaron junto a su madre en la exhibición. Y, colorín colorado, este cuento se ha acabado.

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