miércoles, 1 de mayo de 2013

Cuento clásico

Érase una vez un príncipe que se quería casar con una princesa de un reino vecino, que era muy bella y muy buena, pero lo que no sabía este príncipe es que la princesa había sido raptada hacía ya algún tiempo, aunque su padre decidió mantenerlo en secreto. Un buen día soleado de primavera, príncipe salió de caza al bosque retorcido que se encontraba junto al reino. Mientras se disponía a cazar un jabalí, unos ladrones que merodeaban por allí lo atacaron para robarle sus pertenencias. De pronto, una sombra apareció entre los árboles y atacó a los ladrones para ayudar al príncipe. Era una bella chica con ropajes normales que llevaba un arco en las manos. Los ladrones salieron huyendo y el príncipe le agradeció a la chica lo que había hecho por él:
- Muchas gracias por haberme salvado, bella dama. No sé qué habría hecho sin su ayuda.
A lo que ella respondió:
- No tiene importancia, sentí la necesidad de ayudarte.
El príncipe le preguntó su nombre y de dónde venía:
- ¿Y a quién debo mi gratitud? ¿Eres de por aquí cerca?
La chica respondió:
- Soy Nimeria y habito por este bosque.
Después de su pequeña conversación, Nimeria se ofreció a acompañar al príncipe hasta su castillo. En el camino se hicieron amigos y antes de llegar al castillo, apareció un hombre tenebroso que pretendía llevarse a la chica.
- Princesa Aria, vengo a llevaros de vuelta al castillo, de donde nunca tendrías que haber escapado.
El príncipe se quedó sorprendido al descubrir que había estado todo este tiempo con la princesa a la que amaba y con la que quería casarse. Ella explicó que había escapado de su padre porque la trataba mal. Y ahora ese hombre la había vuelto a encontrar. El príncipe ayudó a Aria a librarse de su padre y volvieron juntos al castillo. Poco tiempo después se casaron y vivieron felices y comieron perdices.

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